viernes, 8 de febrero de 2013


La carrera espacial de la educación

A propósito del primer capítulo de “Innovación educativa con TIC en Educación Artística, Plástica y Visual” (Saura, 2011).



Citando a Marc Prensky “cuando se nos pide que seamos especialistas en cohetes, la educación se convierte en una ciencia espacial”, Ángeles Saura abre su obra, enmarcando la educación artística en una época de grandes vuelos y transiciones, donde las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) adquieren gran relevancia. Empieza por reflejar el actual contraste y la transición entre dos “estilos” de enseñanza: el tradicional –representado por el uso de la tiza; y el nuevo modelo –protagonizado por la Pizarra Digital Interactiva (PDI).

Se sugiere que la herramienta no sería solo una característica, sino que sería también caracterizadora del propio modelo. Es decir, un desarrollo tecnológico que impone una transformación histórica, y por ende pedagógica. No obstante, la tecnología que actualmente se nos presenta como un gran cambio (obstáculo u oportunidad) podría no ser tan decisiva. A menudo, la importancia de dichos cambios se encuentra magnificado por lógicas de mercado, donde el apelo a la novedad es constante. A este respecto el nombre de la herramienta “pizarra digital interactiva” resulta en sí mismo curioso, invitando las siguientes reflexiones:

La Pizarra Digital Interactiva se presenta en contraposición de la tiza, pero paradojicamente su nombre no se libera de la “pizarra”. Su significante denuncia a su significado, que en realidad no es radicalmente distinto de la pizarra tradicional: en el fondo, es un plano de grandes dimensiones que se sitúa delante de los alumnos y aglutina sus atenciones en la explicación gráfica del profesor.

-        -Sí,¡pero la pizarra digital es interactiva!- me dirán.

Efectivamente. Es un buen avance para la tecnología digital… pero no lo es tan grande respecto a la tecnología tradicional. A ver si me explico: la palabra “interactiva” que se añade a "pizarra digital", se establece fundamentalmente para marcar una diferencia respecto a los sistemas tecnológicos que inicialmente no permitían la interacción directa del utilizador, como podrían ser los proyectores de video o de diapositivas. Es cierto que la pizarra digital ofrece importantes oportunidades para traer e interactuar sobre una cantidad de soportes, y permite mezclar distintos registros. Pero lo anterior no significa que la pizarra tradicional no fuera interactiva, todo lo contrario: se podía escribir, borrar, dibujar, tocar, oler, rayar incluso producía ruidos (horribles, por cierto), llegaba a interactuar con el vestuario, imponiendo manchas en los abrigos o el uso de batas, que llegaron a marcar todo un conjunto iconográfico de una determinada época.

Un instrumento más innovador, podría ser por ejemplo, el uso de una tecnología que suprimiera el plano físico de la pizarra, un sistema compartido con los distintos alumnos pero con posibilidad de ser interactuado desde distintas ubicaciones. Algo así, ya existe en sistemas de educación online y posiblemente en determinados colegios experimentales. En ese caso se estarían introduciendo un cambio bastante más sustancial en la relación alumno – medio – herramienta de aprendizaje – profesor, y no solamente una mudanza o desarrollo de formato.

Cuando se habla en TIC, los discursos en educación artística parecen muchas veces conformarse con la adaptación o la actualización a lo disponible, cuando sería quizás bastante más interesante, reflexionar sobre la transcendencia real de estos recursos y contextos, así como proponer (y exigir, ¿Por qué no?) respuestas tecnológicas a las nuevas necesidades educativas, en su caso. La insistente repetición de ideas hechas no contribuye a la definición de nuevos rumbos; aunque el uso de las TICs, ha venido siendo una demanda cada vez más reclamada y justificada por sus bondades potenciales, el empleo de estas tecnologías no constituye el remedio para todos los males, ni mucho menos se puede asegurar (entiendo, que su uso tenga como efecto necesario, “el aumento de las capacidades comunicativas expresivas, analíticas y lógicas de los estudiantes” (Saura. 2011, pp. 16-17). Ahí es donde entra la formación del profesorado, y la conducción hacia el logro de las competencias digital y de tratamiento de información.

El primero capítulo de Saura sitúa uno de los grandes desafíos de las coyuntura educativa actual en el contraste entre el dominio del idioma digital por parte de los estudiantes (nativos digitales) y profesores (inmigrantes  digitales, o en muchos casos, diría marginados digitales). Comprendo que se exija un esfuerzo de actualización, necesario y urgente, para intentar acompañar las transformaciones que rápidamente se están operando en la sociedad de información. No obstante (y sin querer ser pesimista), si el objetivo es conducir esta carrera –la carrera espacial de la educación-, lo más probable es que lleguemos tarde; alguien ya ha puesto el hombre en la luna…Pero quizás no sea tan importante que lleguemos primero, o que lleguemos a la vez,..Lo importante puede ser tan sencillo cuanto la mirada curiosa, querer aprender enseñando, enseñando a querer aprender, con la responsabilidad y generosidad de compartir y vivir en nuestro tiempo.

1 comentario:

  1. Mi objetivo es animaros a participar en la carrera –la carrera espacial de la educación-, entendida como viaje, abierto a la sorpresa, a lo inesperado (como posibilidad).

    Podemos enfocar nuestros pasos hacia la luna...no importa que alguien ya haya llegado, ni siquiera si nosotros vamos a llegar. Me interesa hablar de la luna como posibilidad, para entender el futuro... cuando nos hablen de Marte.

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