La carrera espacial de la educación
A propósito del primer capítulo de “Innovación educativa con TIC en Educación Artística, Plástica y Visual” (Saura, 2011).
Citando a Marc Prensky “cuando se nos pide que
seamos especialistas en cohetes, la educación se convierte en una ciencia
espacial”, Ángeles Saura abre su obra, enmarcando la educación artística en una época
de grandes vuelos y transiciones, donde las Tecnologías de la Información y
Comunicación (TIC) adquieren gran relevancia. Empieza por reflejar el
actual contraste y la transición entre dos “estilos”
de enseñanza: el tradicional –representado por el uso de la tiza; y el nuevo
modelo –protagonizado por la Pizarra Digital Interactiva (PDI).
Se sugiere que la herramienta no sería solo una
característica, sino que sería también caracterizadora del propio modelo. Es decir, un desarrollo
tecnológico que impone una transformación histórica, y por ende pedagógica. No
obstante, la tecnología que actualmente se nos presenta como un gran cambio
(obstáculo u oportunidad) podría no ser tan decisiva. A menudo, la importancia
de dichos cambios se encuentra magnificado por lógicas de mercado, donde el
apelo a la novedad es constante. A este respecto el nombre de la herramienta “pizarra
digital interactiva” resulta en sí mismo curioso, invitando las siguientes
reflexiones:
La Pizarra Digital Interactiva se presenta
en contraposición de la tiza, pero paradojicamente su nombre no se libera de la
“pizarra”. Su significante denuncia a su significado, que en realidad no es
radicalmente distinto de la pizarra tradicional: en el fondo, es un plano de
grandes dimensiones que se sitúa delante de los alumnos y aglutina sus
atenciones en la explicación gráfica del profesor.
- -Sí,¡pero la pizarra digital es interactiva!- me dirán.
Efectivamente. Es un buen avance para la
tecnología digital… pero no lo es tan grande respecto a la tecnología
tradicional. A ver si me explico: la palabra “interactiva” que se añade a "pizarra digital", se establece fundamentalmente para marcar una diferencia respecto
a los sistemas tecnológicos que inicialmente no permitían la interacción
directa del utilizador, como podrían ser los proyectores de video o de diapositivas. Es cierto que la pizarra digital ofrece importantes oportunidades
para traer e interactuar sobre una cantidad de soportes, y permite mezclar
distintos registros. Pero lo anterior no significa que la pizarra tradicional
no fuera interactiva, todo lo contrario: se podía escribir, borrar, dibujar,
tocar, oler, rayar incluso producía ruidos (horribles, por cierto), llegaba a
interactuar con el vestuario, imponiendo manchas en los abrigos o el uso de
batas, que llegaron a marcar todo un conjunto iconográfico de una determinada
época.
Un instrumento más innovador, podría ser por
ejemplo, el uso de una tecnología que suprimiera el plano físico de la pizarra,
un sistema compartido con los distintos alumnos pero con posibilidad de ser
interactuado desde distintas ubicaciones. Algo así, ya existe en sistemas de
educación online y posiblemente en determinados colegios experimentales. En ese
caso se estarían introduciendo un cambio bastante más sustancial en la relación
alumno – medio – herramienta de aprendizaje – profesor, y no solamente una
mudanza o desarrollo de formato.
Cuando se habla en TIC, los
discursos en educación artística parecen muchas veces conformarse con la adaptación o la
actualización a lo disponible, cuando sería quizás bastante más interesante,
reflexionar sobre la transcendencia real de estos recursos y contextos, así
como proponer (y exigir, ¿Por qué no?) respuestas tecnológicas a las nuevas
necesidades educativas, en su caso. La insistente repetición de ideas hechas no
contribuye a la definición de nuevos rumbos; aunque el uso de las TICs, ha
venido siendo una demanda cada vez más reclamada y justificada por sus bondades
potenciales, el empleo de estas tecnologías no constituye el remedio para todos
los males, ni mucho menos se puede asegurar (entiendo, que su uso tenga como
efecto necesario, “el aumento de las capacidades comunicativas expresivas,
analíticas y lógicas de los estudiantes” (Saura. 2011, pp. 16-17). Ahí es donde
entra la formación del profesorado, y la conducción hacia el logro de las
competencias digital y de tratamiento de información.
El primero capítulo de
Saura sitúa uno de los grandes desafíos de las coyuntura educativa actual en
el contraste entre el dominio del idioma digital por parte de los estudiantes
(nativos digitales) y profesores (inmigrantes
digitales, o en muchos casos, diría marginados digitales). Comprendo que
se exija un esfuerzo de actualización, necesario y urgente, para intentar acompañar
las transformaciones que rápidamente se están operando en la sociedad de
información. No obstante (y sin querer ser pesimista), si el objetivo es
conducir esta carrera –la carrera espacial de la educación-, lo más probable es
que lleguemos tarde; alguien ya ha puesto el hombre en la luna…Pero quizás no
sea tan importante que lleguemos primero, o que lleguemos a la vez,..Lo
importante puede ser tan sencillo cuanto la mirada curiosa, querer aprender
enseñando, enseñando a querer aprender, con la responsabilidad y generosidad de
compartir y vivir en nuestro tiempo.
Mi objetivo es animaros a participar en la carrera –la carrera espacial de la educación-, entendida como viaje, abierto a la sorpresa, a lo inesperado (como posibilidad).
ResponderEliminarPodemos enfocar nuestros pasos hacia la luna...no importa que alguien ya haya llegado, ni siquiera si nosotros vamos a llegar. Me interesa hablar de la luna como posibilidad, para entender el futuro... cuando nos hablen de Marte.